Ante ese riesgo, los escaladores habituales en la zona se han organizado para lograr que la práctica de la escalada en Albarracín no genere más impacto del imprescindible y sea sostenible. El pasado sábado 27 de noviembre, se reunieron treinta de ellos en el Área Recreativa de las pinturas rupestres de Albarracín y terminaron decidiendo la constitución de la nueva asociación Escalada Sostenible en Albarracín (E.S.A.).
De momento, la nueva entidad contará con cinco cargos directivos y cinco vocales, bajo la presidencia de Miguel Navarro. “Se trata de una junta directiva creada por obligación administrativa y que sólo tendrá una vigencia de un año, y después haremos elecciones para que se presente quien quiera”, explica Txentxo Lli, uno de los vocales, “la idea es que sea toda la comunidad escaladora quien dirija la ESA y que tengan cabida todas las iniciativas, por particulares que sean”.
Prohibición total en El Sol y La Masía
Para empezar, la ESA avisa del cierre total de dos sectores de Albarracín en los que hasta ahora se podía escalar. Se trata de El Sol y La Masía, que son de propiedad privada y cuyo propietario no está dispuesto a dar más permisos de escalada. Así pues, no se debe acceder más a los bloques de ese lugar. Por otro lado, a partir del 10 enero, entrará en vigor la restricción total en varios sectores que hasta ahora estaban regidos por restricciones parciales, en las zonas más cercanas a los acantilados (puntos de nidificación de aves) y en otros lugares con superficies sensibles por cuestiones de protección de la flora.
Otras restricciones que forman parte de la normativa vigente en Albarracín y que hay que tener muy en cuenta tratan de la prohibición total de hacer fuego y de llevar perros sueltos. Además, no está permitido acampar o pernoctar (con la única excepción de que desaparezca cualquier indicio de la pernoctación al amanecer, lo que incluye techos elevables así como cocinas o sillas). También tiene que quedar claro que sólo se puede aparcar en los lugares específicamente señalizados, es decir, debajo de las techadas preparadas para ello, lo que obliga a las furgonetas a aparcar en el parking del Cabrerizo, ya que no caben debajo de las techadas.

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